Soy sociólogo y he pasado el verano en una agencia de publicidad como social media. Claro está que empecé en este mundo desde mi plena y absoluta ignorancia sobre los teje manejes que en una agencia de publicidad tenían lugar.
Un golpe de realismo:
Llegas aquí esperando hacer cosas al más puro estilo de las grandes compañías, clientes que aceptan cualquier idea sin mirar el precio (dentro de lo razonable), un lugar donde dejar correr tu creatividad y tus ganas de comerte el mundo. Pero lo cierto es que la realidad es otra, clientes que disponen de una cartera ajustada, donde tienes que estrujarte el cerebro para pensar en qué hacer sin gastar nada o con apenas unos pocos euros. Te ves de frente ante la pura realidad, un escenario donde RebBull, Nike, Ikea son las grandes excepciones, un mundo donde todo es cuestión de ¿Y cuánto me va a costar eso? Normal… empresas familiares que sacan para vivir medianamente bien, unas que buscan colocar su local en una posición reconocida, pero no ser la referencia del sector, otros que quieren crecer, pero sin gastar demasiado, otros que directamente… bueno, intentan mantener su negocio a flote.
Un trabajo que choca con lo que se entiende “normal”:
En la publicidad se tiene como máxima la creatividad, y es que es la parte básica que hace de este tipo de negocio algo importantísimo para muchas empresas. Y claro, ser creativo significa salirse fuera de lo normal, y cómo conseguir eso en un ambiente de trabajo normal… imposible o por lo menos difícil.
El primer día que entré en la oficina me encontré con que teníamos un compañero que se me presenta como el miembro más importante de equipo, Yanko, un perro… y no exactamente de los pequeños.
A los pocos días me doy cuenta de que los horarios es algo que no va con esto, el café antes de entrar al trabajo resulta casi de obligado cumplimiento, irse de la oficina en pleno horario de trabajo con un “ahora vuelvo” algo que no llama la atención a nadie, y los descansos para tomar un café y echar una mini-charla mientras desatascas tu tubería mental por la que debe fluir la creatividad una normal totalmente aceptada.
¿Qué he sacado de esto?:
Realmente este no es un trabajo donde haya que hacer muchas cosas que se deban de aprender, todos sabemos escribir, usar las redes sociales, pensar en promociones, hablar con personas y, sobre todo, imaginar cosas… muchas cosas…
Lo realmente difícil es hacerlo bien, así que se podría decir que más que aprender a hacer cosas, aprendes a hacerlas bien, bueno… medianamente bien, ya que aún queda mucho camino por recorrer. Terminas viendo cosas que antes pasabas por alto. Y, en lo referente a la imaginación, trabajar en este tipo de sitios te lleva al límite en ese aspecto, te hace exprimirte para salir de lo corriente, para destacar y terminas agilizando y mejorando esos procesos que te llevan a “¡Eureka, ya lo tengo!”
En definitiva, trabajar en una agencia de publicidad termina significando muchos momentos de autosatisfacción por lo conseguido, no pocos de frustración y alguna que otra noche sin dormir.
Cristian Sánchez.