La comunicación social ha cambiado de forma radical en los últimos 10 años. Las nuevas tecnologías y las redes sociales han revolucionado la forma de conversar y relacionarse introduciendo un concepto en torno al que gira todo: la interacción. Esta revolución en la comunicación, equiparable a la que supuso la invención de la imprenta en el siglo XV, ha consolidado la tendencia a que la información se distribuya de forma multidireccional. Atrás quedaron los tiempos de la aguja hipodérmica, el público ha dejado de ser una masa inerte para convertirse en protagonista de la información que consume y crea.
Al mismo tiempo que las nuevas tecnologías propiciaban el paso de la comunicación 1.0 a la 3.0, la sociedad demanda y trabaja para conseguir una democratización de la información. Las personas han experimentado un gran crecimiento de su espíritu crítico y, no sólo se quejan de las cosas que no les gustan, sino que también se ocupan de que sus quejas sean escuchadas a través de todos los medios que tienen a su alcance. Y como telón de fondo de todo esto se encuentra ese gran “monstruo” que ha servido para revelar muchas incongruencias del actual sistema: la crisis económica.
La actual situación financiera ha dejado una consecuencia social muy importante: el espíritu consumista se ha retraído y, ocupando el “vacío” que ha dejado, se han desarrollado nuevas formas de intercambio de productos y servicios que se sirven del ecosistema digital para establecer redes de contacto, que ponen de manifiesto que no es necesario “gastar dinero” para conseguir cosas.
En este contexto, toda empresa, organización o marca se ve obligada a asumir estas tendencias crecientes y adaptar sus planes y estrategias de mercado a un público dinámico, activo y crítico; y a una sociedad en constante cambio y con cada vez más demandas.
La tendencia del intercambio es hoy en día una realidad, cada vez son más los consumidores que intercambian servicios o favores que se amplían a todo tipo de áreas como la hospitalidad, la educación, el turismo o el transporte. Las plataformas de intercambio o consumo colaborativo han crecido en los últimos años a velocidad de vértigo. A continuación desgranamos algunos de estos medios:
Air Bed and Breakfast, una página web social desde la que alquilar habitaciones en casas de particulares a precios asequibles y en el que tanto los consumidores como los dueños de las casas comparten e intercambian experiencias.
A pesar de la crisis económica global, los consumidores siguen teniendo ganas de viajar. Son numerosas las fórmulas para desplazarse y conocer otros lugares, y una manera asequible para navegar por el mundo es intercambiar la casa con otras personas que deseen conocer la zona de residencia del usuario. Esta práctica goza hoy en día de una excelente salud, gracias a los sitios web que propician las permutas.
Encontramos otro ejemplo en la red social Couchsurfing, que se constituye como organización sin ánimo de lucro conectando a personas que quieren conocer otras ciudades y países. Ofrece una cama o un sofá donde alojarse de forma gratuita. La plataforma dispone de un sistema de verificación de identidad y recomendaciones de otros usuarios para añadir confianza antes de aceptar a una persona en casa.
Otros ejemplos de consumo colaborativo:
Thredup: red social de intercambio de ropa infantil.
Amovens o BlaBlaCar: plataformas web con redes sociales para compartir y alquilar coches entre particulares.
Compartoplato: app que facilita el trueque de comida, su slogan “comparte tu cocina con tu vecindario; reduce desperdicios y conoce gente nueva”.
Juan Manuel Sánchez Cañestro.