Bruce Conner, el antiartista californiano.
A Bruce Conner no le conocíamos. Hace poco tuvimos el privilegio de poder darnos un garbeo por el Museo Reina Sofia, donde nos encontramos casualmente, a parte de la gran exposición de Picasso y el Guernica, con una muestra de la obra de este autor, exposición que la crítica más especializada apunta como la exposición del año del museo.
Ciertamente, “Es todo es cierto”, título de la exposición, sorprende y agita a partes iguales. Bruce Conner (1933, McPherson, Kansas-2008, San Francisco) es uno de los artistas norteamericanos más contraculturales e innovadores de la escena durante la segunda mitad del siglo XX. En esta exposición, primera de este autor en nuestro país, se presenta un recorrido a los 50 años de trayectoria profesional antes de que se jubilara como artista plástico.
Su obra, que se mueve sin límites fronterizos entre la escultura, el ensamblaje, el cine experimental, la fotografía y el collage, es un grito irreverente y crítico sobre la cultura occidental contemporánea, sobre la figura del artista y el contexto del arte.
La performance, el producto audiovisual y sus confluencias con la fotografía, la pintura y el collage lo convierten en un adelantado de su tiempo, construyendo un cuerpo de obra que va más allá de lo multidisciplinar
Este artista, producto de la escena artística de California, aborda diversas cuestiones desde la cultura de consumo hasta los conflictos bélicos nucleares propios de su tiempo. La performance, el producto audiovisual y sus confluencias con la fotografía, la pintura y el collage lo convierten en un adelantado de su tiempo, construyendo un cuerpo de obra que va más allá de lo multidisciplinar, acercándose de manera visionaria al contexto transmedia actual propio de principios del siglo XXI.
El recorrido a través de su corpus artístico y su lenguaje se expresa en los textos del Museo Reina Sofia según se indica a continuación:
“En la etapa inicial de su carrera, destaca como uno de los primeros artistas en realizar instalaciones con materiales encontrados. Sus objetos escultóricos en relieve y exentos, como CHILD (1959) y LOOKING GLASS (1964), lograron un amplio reconocimiento en su momento, tanto por su maestría en la composición como por su carácter decididamente lúgubre. Asimismo, es uno de los pioneros de la vanguardia cinematográfica; redefinió la noción de cine incorporando metraje de la más diversa procedencia ―desde las cuentas atrás que precedían a las películas en los primeros años del medio, hasta avances de estrenos, cortometrajes didácticos y noticiarios― al que añade secuencias rodadas por él en 16 milímetros. Desarrolló también un método de edición rápida que caracteriza su trabajo junto con sus bandas sonoras de música pop, como en sus piezas COSMIC RAY (1961) o BREAKAWAY (1966), consideradas los primeros antecedentes del videoclip musical.”
Para resumir, ayer fue el último día para poder ver esta exposición, y al tratarse de este artista antiartista poliédrico y contracultura, nos quedamos con la frase que encierra el folleto informativo de la exposición, extraído de una carta del propio artista escrita a modo de presentación:
“Se ha dicho de mi obra que es hermosa, horrible, bazofia, genial, dispersa, precisa, pintoresca, vanguardista, histórica, manida, magistral, trivial, intensa, mística, virtuosa, desconcertante, fascinante, concisa, absurda, divertida, innovadora, nostálgica, contemporánea, iconoclasta, sofisticada, basura, obra maestra, etc. Es todo cierto”.