Llum Quiñonero
Directora de Comunicación en Símbolo Ingenio Creativo
La doctrina de libre mercado que se ha hecho con nuestra vida cotidiana y buena parte de nuestra manera de pensar, nos nubla la vista y nos fuerza a examinar la red con las estrechas leyes de una economía basada en el consumo y en el dinero.
Internet es más que una tecnología de la comunicación, Internet nos ha colocado en un nuevo mapa de la historia que de un modo rotundo reclama de todos un acercamiento a lo que la Nóbel de Economía de 2009, Elionor Ostrom denomina procomún: aquello que se define como bien colectivo, comunal, que es de todos y no es de nadie; por tanto, que nadie puede privatizar.
Procomún son aquellos asuntos esenciales para la vida humana, desde el genoma, al aire, a las aguas, los océanos o, en el siglo XXI, Internet, que Antonio Lafuente, investigador del CSIC, ha clasificado en los cuatro entornos del procomún.
Como afirma Juan Freire, “el trabajo de Ostrom y otros ecólogos y científicos sociales pone de manifiesto el vasto territorio entre los mercados y los estados; es en ese espacio donde se construyen, en muchos casos de forma no planificada y basada en las negociaciones conversaciones, entre individuos y grupos, instituciones y normas que gobiernan en buena medida nuestras sociedades”.
Para entender los nuevos valores, las oportunidades y los procesos que está generando Internet hay que colocarse en la dimensión que nos brinda en tanto que bien común, (procomún, o bien comunal, commons y sus múltiples formas): Sitios web accesibles, servidores de listas, software de código abierto, sistemas para gestionar y compartir recursos entre iguales – peer to peer (P2P) – más capaces de generar valor que el propio mercado
“La creación de valor no es una transacción económica esporádica como sentencia la teoría del mercado – afirma David Bollier – sino un proceso continuo de vida social y cultura política”. El procomún traspasa los límites del estado y del mercado, y esa es una definición de Internet a la que uno y otro tratan de ponerle límites sea a través de acotar la propiedad intelectual o como ocurrió en China o en Egipto, poniendo filtros para el acceso a Google o con los «apagones» en los días de la revuelta.
Una gran parte de nuestra vida social se escapa a las leyes del mercado; un ejemplo claro tiene que ver con el trabajo doméstico – una actividad que entra de lleno en el procomún–realizada sobre todo (patriarcado mediante) por madres, abuelas, vecinas, amigas al ocuparse del cuidado de los niños, de la limpieza de los hogares, de la preparación de las comidas sin recibir remuneración a cambio. Tarea esencial para el funcionamiento de la economía y de la vida social que no se contabiliza en el PIB. ¿Acaso no tiene valor?
Podemos ver cómo Internet ha potenciado los intereses comunes de la gente más allá de lo económico y que ha generado otra lógica. La popularidad del sistema GNU/Linux y del software de fuente abierta confirman el poder del procomún que sigue en abierta lucha con las leyes que tratan de ponerle coto: la Ley de Economía Sostenible, conocida como Ley Sinde es un claro ejemplo de intento de limitar el bien común, como lo es, en términos de la naturaleza y la biodiversidad, la propuesta del gobierno de David Cameron de privatizar buena parte de los bosques de la Gran Bretaña. Lo que se define como bien común, comunal, no se puede privatizar ni siquiera por parte del estado porque el estado, acaso, es mero gestor no propietario.
El procomún se gestiona bajo la llamada economía del don (gift economy), un intercambio explícito no basado en un acuerdo quid pro quo (algo a cambio de algo). El software libre o la propia wikipedia, la enciclopedia más grande jamás creada, son una realidad a partir del trabajo voluntario y colaborativo de miles de personas que han dedicado esfuerzos por el afán de ser parte de una gran obra colectiva.
Esta forma de hacer, que es bastante frecuente por cierto, en la historia de la Humanidad, establece que el valor de las cosas no está solo en relación a su precio.
Internet concebido como un ámbito de libertades es más, mucho más que un inmenso mercado. Como afirma Antonio Lafuente, el mundo de conocimiento – desde luego la propia Universidad – está siendo sacudido por profundas trasformaciones. La producción creativa se está redefiniendo, Internet nos obliga a un debate más amplio que el que nos propone la relación entre profesionales, aficionados, autores o público, productores y consumidores, por ejemplo.
Internet nos está sirviendo en bandeja nuevas propuestas que van desde la vida social y política – el movimiento 15M – a la expansión de wikileaks frente al adocenamiento de los medios de comunicación tradicionales. Internet como bien común pone sobre el tapete el debate sobre la transparencia de los asuntos públicos, sobre el acceso libre a la información, incluso sobre la equidad social.
El procumún es consustancial a la vida humana y el mercado es apenas un pequeña parte de nuestra relidad, aunque trate de imponer sus normas para el conjunto de la vida, incluido el procomún.