Hace unos días se inauguraba con pompa y boato la nueva terminal del aeropuerto de Alicante. Y a decir verdad, semejante obra de ingeniería no merecía menos y es que sus cifras marean. Algunos datos relevantes que ya apuntábamos en un post anterior: El nuevo edificio de L’Altet tiene capacidad para gestionar hasta 20 millones de viajeros al año, su presupuesto –para los años 2004 a 2011– asciende a más de 628 millones de euros, cuenta con 18 kilómetros de cinta transportadora de equipajes –7 kilómetros más de la distancia que separa Alicante del L’Altet–, tiene una superficie de 333.500 metros cuadrados y sus cúpulas alcanzan los 26 metros de altura.
Pero, ¿y si miramos la obra de Bruce S. Fairbanks desde otro punto de vista? Podríamos, por ejemplo, ver esos mismos 333.500 metros cuadrados desde la perspectiva de Elena. Ella trabaja para el servicio de limpieza del aeropuerto y, aunque se siente afortunada de tener un trabajo «con los tiempos que corren», la nueva terminal se le hace «algo grande cuando toca fregarla».
Desde la óptica de Norberto, empleado en uno de los restaurantes de comida rápida del aeropuerto, «hay cosas que se pueden mejorar». Y es que él se queja de que los viajeros que llevan su propia comida no disponen, aún, de lugares donde poder sentarse a comer y para ello utilizan los espacios reservados para los restaurantes. «Y claro, no los vas a echar. Entiendes que no tienen donde sentarse y los dejas que coman».
A los viajeros, en general, les gusta el nuevo aeropuerto. Lo ven «bonito, más amplio y luminoso». Lo malo, que a la hora de pasar los controles sólo hay dos entradas habilitadas para ello, lo que alarga el tiempo de espera. «Si no vas con prisa, no pasa nada, pero si llegas con la hora justa para coger el vuelo, seguro que lo pierdes porque sólo hay dos controles para acceder a la zona de embarque», comenta un pasajero que espera en la fila.
Y es que para gustos, los colores. Faltan pocos días para Semana Santa y con ella llegará la verdadera prueba de fuego para el aeropuerto de Alicante. Será entonces cuando se demostrará su capacidad de gestión de vuelos, viajeros y equipajes. Cuando tiendas y restaurantes tendrán que ver si su inversión para posicionarse en las nuevas instalaciones es realmente rentable. Y cuando a Elena se le harán los 333.500 metros no sólo más grandes, sino cuesta arriba.